Recién finalizados los Juegos Olímpicos en Beijing, es común escuchar críticas, elogios, comentarios y demás sobre la actuación de los deportistas mexicanos en esta justa deportiva. Como cada cuatro años, los medios se encargan de alabar o criticar, no sólo a los deportistas sino también a los dirigentes del deporte. A esto hay que añadirle que la Selección de fútbol está en plena eliminatoria para asistir al Mundial de Sudáfrica 2010. Con todo esto, es bueno preguntar, ¿cuál es la identidad o que distingue al deportista mexicano?
La historia nos dice que los representantes deportivos del país tienen mucho corazón, entrega, coraje y ganas, pero al final les falta la mentalidad para superar a sus adversarios. Esto, por supuesto, aplica en muchos casos, pero hay otros donde la mediocridad y el conformismo son el sello distintivo (¿alguien dijo la selección de fútbol?). Hay otros casos donde la falta de apoyo federativo y atención mediática son benéficos y el deportista luce por méritos propios (ya que los federativos y las televisoras den mensajes cursis y de pena ajena para felicitar a los ganadores es tema aparte). También están los deportistas que tienen todo el apoyo y al final “les tiemblan las patitas” para ser parte de la larga lista de fracasos. Y por último están los que quieren , pueden y nos los dejan, ya sea por falta de “conectes” o por no dejar de lado su dignidad y amor propio
Lo increíble de nuestro deporte, es que existen grandes diferencias entre el apoyo que se da a los demás deportes y al fútbol, obvio, porque deja más un partido de la Selección en el Azteca que un mundial de Atletismo. O a poco antes sabíamos de la existencia de deportistas como Ana Guevara, Soraya Jiménez o Guillermo Pérez antes de ganar alguna medalla en Juegos Olímpicos o campeonatos mundiales. A diferencia de los futbolistas, de los cuales sabemos hasta sus romances y lo único que han logrado es fracasar y quedarse como los “ya merito”.
Mención aparte merecen los dirigentes del deporte y sus instituciones, las cuales, al igual que las otras instituciones del país, están hechas mierda por la corrupción, el nepotismo y la ineficiencia de sus altos, medianos y bajos mandos. O alguien puede explicar el mandato vitalicio de Mario Vázquez Raña, el capo de capos del deporte nacional, al frente del Comité Olímpico Mexicano (COM). En resumen, la mayoría de los deportistas mexicanos, con sus excepciones, deben olvidar que son competidores y sentirse contendientes. Y sobre todo prepararse mentalmente, tanto para los éxitos como los fracasos. Pero esta tarea no es sólo de ellos, sino de todos, porque el deporte es reflejo de la sociedad donde se practica. ¿O no?
La historia nos dice que los representantes deportivos del país tienen mucho corazón, entrega, coraje y ganas, pero al final les falta la mentalidad para superar a sus adversarios. Esto, por supuesto, aplica en muchos casos, pero hay otros donde la mediocridad y el conformismo son el sello distintivo (¿alguien dijo la selección de fútbol?). Hay otros casos donde la falta de apoyo federativo y atención mediática son benéficos y el deportista luce por méritos propios (ya que los federativos y las televisoras den mensajes cursis y de pena ajena para felicitar a los ganadores es tema aparte). También están los deportistas que tienen todo el apoyo y al final “les tiemblan las patitas” para ser parte de la larga lista de fracasos. Y por último están los que quieren , pueden y nos los dejan, ya sea por falta de “conectes” o por no dejar de lado su dignidad y amor propio
Lo increíble de nuestro deporte, es que existen grandes diferencias entre el apoyo que se da a los demás deportes y al fútbol, obvio, porque deja más un partido de la Selección en el Azteca que un mundial de Atletismo. O a poco antes sabíamos de la existencia de deportistas como Ana Guevara, Soraya Jiménez o Guillermo Pérez antes de ganar alguna medalla en Juegos Olímpicos o campeonatos mundiales. A diferencia de los futbolistas, de los cuales sabemos hasta sus romances y lo único que han logrado es fracasar y quedarse como los “ya merito”.
Mención aparte merecen los dirigentes del deporte y sus instituciones, las cuales, al igual que las otras instituciones del país, están hechas mierda por la corrupción, el nepotismo y la ineficiencia de sus altos, medianos y bajos mandos. O alguien puede explicar el mandato vitalicio de Mario Vázquez Raña, el capo de capos del deporte nacional, al frente del Comité Olímpico Mexicano (COM). En resumen, la mayoría de los deportistas mexicanos, con sus excepciones, deben olvidar que son competidores y sentirse contendientes. Y sobre todo prepararse mentalmente, tanto para los éxitos como los fracasos. Pero esta tarea no es sólo de ellos, sino de todos, porque el deporte es reflejo de la sociedad donde se practica. ¿O no?
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