domingo, 27 de julio de 2008

DISTURBIO LIGHT


Es imposible hablar de alguna banda que en sus letras critique al gobierno y a su sociedad y que no caiga en las garras del mainstream. Al principio todo es alzar el puño o la voz y exigir, apoyados por una buena cantidad de seguidores, una mejor calidad de vida. Y al hacer esto se vuelven una válvula de escape para todas esas personas (sobre todo jóvenes) que buscan formas de sentirse apoyados e identificados con alguien que piensa igual que ellos, con la diferencia que los otros (los músicos) están en un escenario y pueden hacer que su mensaje llegue a miles o millones de seres que comparten su mismo descontento.La segunda etapa es cuando las grandes disqueras se dan cuenta que ciertas bandas tienen un impacto mayor por su mismo discurso político y social. Se les ofrecen una buena cantidad de dólares, giras, discos, pero los autores de esta “música de protesta” juran que su ideología y sus intereses seguirán firmes como al principio. Pero más temprano que tarde, las bandas o sus líderes se encargan de echar a la basura toda esa credibilidad y esperanza que aún quedaba, y se empiezan a contaminar de la superficialidad de la música comercial. La última y más triste etapa, es cuando la música de estos artistas se vuelve de consumo regular, gustándole igual al fan de la música disco, que al seguidor del rock y permitiendo que sus canciones aparezcan en comerciales de marcas de ropa, refrescos o cualquier producto que no tiene nada que ver con la idea original.Es por esto y otros factores, que la combinación música y política resulta en un producto que suele ser bueno y novedoso en un principio, para volverse en algo dulce y accesible, ya que si quieres vender no puedes morder la mano que te da de comer.


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